¿Miedo al dentista? Algunos trucos para afrontarlo y que nos veas de forma positiva. Históricamente, los recursos de los que se disponía para el cuidado dental eran agresivos e inevitablemente dolorosos, una situación que ha ido variando radicalmente a lo largo de las últimas décadas.
Se estima que un 50 % de la población puede sentir algún síntoma de estrés o ansiedad durante la visita al dentista. También que un 33% de los españoles tiene miedo y hasta un 12% tiene fobia al dentista, lo que conlleva a cancelar o postergar la visita al especialista y la consiguiente agravación del problema bucodental, algo que no hace sino aumentar la ansiedad y el estrés, repercutiendo directamente en la autoestima del paciente y su relación con el entorno.
Sin embargo, y a pesar de que se suele englobar todo en el mismo saco, es importante diferenciar entre el miedo al dentista y la ansiedad o fobia al dentista, pues el tratamiento para superarlos es diferente. El miedo se produce siempre durante el tratamiento y el paciente reacciona obstaculizándolo y dificultando el trabajo del odontólogo haciéndolo menos efectivo e incluso impidiéndolo. En cambio, la ansiedad o fobia se desencadena antes del tratamiento, el paciente solo con pensar que debe ir y recordar algo relacionado con el tratamiento desencadena un cuadro de ansiedad, presentando síntomas como: manos temblorosas, taquicardia, sudores repentinos, dificultad para respirar e incluso dolores de estómago.
¿QUÉ LO CAUSA?
- Experiencias traumáticas anteriores
- Miedo heredado. Malas experiencias o miedos de progenitores o personas de referencia
- Escolarización insuficiente, no haber ido con regularidad al dentista en la infancia
- Miedo inducido. Historias a las que se ha estado expuesto durante la infancia, antes de tener la capacidad necesaria para racionalizarlas, y que pasan a formar parte de los atavismos de cada uno.
- Altos niveles de estrés mantenidos en el tiempo.
¿QUÉ FACTORES LO AGRAVAN?
- Esperas prolongadas en salas de espera atestadas, oscuras, claustrofóbicas.
- Falta de higiene bucal
- Estar con la boca abierta o inmóviles en el sillón demasiado tiempo
- El olor de la consulta o en el gabinete
- Mala praxis por parte del odontólogo, falta de sensibilidad o accesibilidad
- Sesiones de tratamiento de larga duración
- La visión de la aguja
- La sensación o idea de la inyección
- El ruido de la turbina
¿COMO AFRONTARLO?
- Encuentra un dentista y una clínica que te den buenas vibraciones, que te hagan sentir cómodo. Visita la clínica, pide a la recepcionista que te presente al odontólogo. Explícales que sientes pánico al dentista, ellos ya saben lo que es y como pueden ayudarte.
- ¿En qué momento del día te sientes más relajado y lleno de energía? ¿Por la mañana? ¿Por la tarde?. Analiza un poco tu rutina y establece la cita para el momento del día y el día de la semana en el que menos excusas mentales te vayas a poner. Considera la idea de “hacer cómplices”. Un familiar o amigo que se comprometa a acompañarte no sólo puede ofrecerte apoyo moral, sobre todo, va a dificultarte el echarte atrás a última hora..
- Trata de analizar qué es exactamente lo que te provoca ese nerviosismo que concentras en el dentista. ¿Es el olor del desinfectante? ¿El estar inmóvil en la silla tanto rato?¿No saber qué es lo que te van a hacer allí?… Habla con tu dentista sobre ello. Algunos de ellos pueden solucionarse o mitigarse con un poco de voluntad y complicidad. Una señal que signifique “para un ratito, por favor” puede suponer una gran diferencia.
- No sientas vergüenza de tu boca. Tu odontólogo no está ahí para juzgarte, está ahí para ayudarte. Que sí, que podías haber ido antes, pero lo importante es que hoy, en un alarde de energía y valor, has conseguido llegar hasta aquí
- Si crees que determinada música puede hacer que te encuentres más cómodo, llévasela a tu dentista, probablemente no tenga problemas en sustituir la música ambiental por lo que tú le lleves (y si no, siempre puedes usar unos auriculares)
- Algunas clínicas disponen de pantallas de DVD donde pueden poner películas o series a gusto del paciente.
Si ninguno de estos trucos es suficiente para ti, quizá la sedación consciente es ese pequeño plus que necesitas. En todo caso, no dejes tu boca sin tratar. Eso que hoy es un pequeño problema puede convertirse en un desastre doloroso, costoso, y problemático, cuando no poner en riesgo tu propia integridad (aunque sobre eso hablaremos otro día).